martes, 23 de noviembre de 2010

Migraciones




Por Mónica


Cada año, decenas de miles de hombres, mujeres, niños y niñas atraviesan México sin permiso legal, como migrantes irregulares. Más de nueve de cada diez proceden de Centroamérica, sobre todo de El Salvador, Guatemala, Honduras o Nicaragua. La gran mayoría se dirigen a la frontera estadounidense con la esperanza de una nueva vida lejos de la pobreza que han dejado atrás. “Su viaje es uno de los más peligrosos del mundo”, señaló Amnistía Internacional (AI) al dar a conocer su informe Víctimas invisibles. Migrantes en movimiento a través de México.
En sus viajes a través de México, los migrantes siguen enfrentándose a abusos de bandas delictivas, como por ejemplo secuestros, extorsión y tortura. La violencia sexual está generalizada, y cada año un número desconocido de migrantes mueren o desaparecen. Estos abusos frecuentemente se llevan a cabo con la complicidad o indiferencia de las autoridades federales, estatales o municipales. Además, pese a que en los últimos años se han producido mejoras, persisten los informes sobre uso excesivo de la fuerza y detención arbitraria a manos de funcionarios públicos que realizan controles de migración.
Es muy común escuchar las anécdotas de los migrantes mexicanos que son víctimas de abuso y hasta objeto de cacerías por los agentes de la patrulla fronteriza. Condenamos estos y otros actos, que por supuesto, no son justificables ni aceptables, pero debemos ver la viga que tenemos en nuestro propio ojo y voltear a la frontera sur donde seres humanos son víctimas de abuso, físico y psicológico, son llevados a extremos de humillación, tortura, despojo.
Es difícil entender cuál es la motivación de mujeres y hombres para salir de su casa y realizar un largo viaje hacia algún sitio que ni siquiera pueden identificar en un mapa. 
Por supuesto como cualquier viaje deben prepararse, por eso algunas mujeres antes de salir de su casa toman pastillas anticonceptivas, porque saben que en el camino serán constantemente violadas. Niños y jóvenes prefieren pasar hambre, que les quiten el poco dinero que llevan, ser golpeados, secuestrados, incluso mutilados, antes que regresar a sus países de origen, a su miseria y abusos en su propia familia. 
No puedo entender aún si es la esperanza de encontrar algo mejor, de que existe una vida diferente y que pueden alcanzarla lo que los mueve o es la miseria que viven en sus países.
De cualquier forma debemos ser conscientes de lo que pasa en el sur, de que en México hay racismo, discriminación, violencia, ya no podemos cerrar los ojos, y aunque como jóvenes no tenemos todavía en nuestras manos la posibilidad de trabajar a gran escala para evitar esto, creo que nuestra primer tarea es informarnos y actuar con responsabilidad y respeto a los demás, más que eso fomentar los valores de honestidad, solidaridad, caridad, y sobretodo actuar con amor. 
Nuestros hermanos Centroamericanos tienen la esperanza de que hay algo mejor, nosotros también busquemos algo mejor y empecemos por ser ejemplo vivo de Cristo.:

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